Estamos a favor de la naturaleza, pero primero
de los hombres; tal es la enunciación oficial. Desarrollo contra conservación. Sustentable, desarrollo sustentable es
la precisión conciliadora, ante posibles apuradas naturalistas, en la que
insiste por ejemplo el empresario modelo del modelo Gustavo Grobocopatel. De
esta forma, la “causa ecológica”, resulta una devoción abstracta que limpia las
conciencias de consumidores y usuarios de servicios y productos bien propios de
este mundo petrolero, nuclear, químico; pasa por un lujito. Si al fin y al cabo
las organizaciones de proteccionismo mundiales nacen de la deriva post-segunda
guerra de los capitales eugenésicos, conservacionismo del orden racial y el statu
quo de la división mundial del trabajo, contra todo proyecto industrialista
emergente, como muestra Jorge Orduna en su interesante libro Ecofascismo. Nadie mas naturalista que
quien caza para vivir –y, por extensión, hace represas y monta fábricas...
Finalmente la naturaleza importa en el hombre. El universo es
indiferente. Y mutante; solo la vida guarda la información tendiente a su
repetición sistemática. Y, de la vida, solo al hombre le importa que haya zonas que desaparezcan. “Somos los ojos a través
de los cuales el universo se regocija de sí mismo”, se enseña en Encounters at the end of the World, de
Werner Herzog. En ese pensamiento, la valoración de la naturaleza es consustancial
a una valoración del hombre. En efecto, en la idea de desarrollo, que es una
matriz conceptiva de la naturaleza (en el sentido de que desde la idea de
desarrollo una montaña, un bosque, una tierra, son cosas determinadas), hay una
idea de hombre, y esa idea de hombre es la discusión posible sobre la ecología.
¿Qué es desarrollo? Ampliación de recursos usados por la población, inclusión
en el mercado de trabajo y consumo, lógica de rendimiento. El hombre del
desarrollo es un hombre del rendimiento; asimismo su naturaleza. Desarrollo,
rendicionismo.
¿La naturaleza organiza otra faceta de
humanidad, resistente a ese ímpetu rendicionista? Asambleas contra la mega minería
a cielo abierto y control de la calidad del agua subterránea, medioactivismo en
defensa de hidroambientes correntinos, grupos de vigilia anti-caza deportiva, pueden
ser experiencias de alteridad, fogueo de formas de vida que, mirando la
naturaleza, protejan versiones del hombre.
En cambio la “causa” natural en abstracto, con
sus grandes empresas de verde promoción, evaporan la implicación concreta,
subjetiva, con la naturaleza. Solo se cuida consecuentemente lo que se ama y solo
se ama lo que se conoce. Naturaleza: experiencia humana o nada. Experiencia de
naturaleza desde, incluso, la propia ciudad: esas raíces que rompen veredas,
esos yuyos y pastos que se elevan entre los adoquines del empedrado, al decir
de Florencio Escardó en su Geografía de
Buenos Aires (Eudeba, 1945), “muestran que el piso de Buenos Aires es un
permanente ensayo de piso sobre la pampa insurrecta”. Experiencia de esos
lugares –el bosque, la montaña, el río- no “iguales desde siempre” y amenazados
de cambio por la degeneración humana, sino “mutantes siempre” y que enseñan la
lenta firmeza del devenir contingente.
Publicado en Inrockuptibles de agosto - Con Libertad Fructuoso