Los baños públicos son lugares como pocos tan sociales e íntimos a la vez. Se está con otros haciendo algo que se hace bien solito, y la frontera entre soledad y compañía tiene un régimen delicado y fluido como un chorrito finísimo.
Varias son las faunas características del baño público: el que mea largo rato, el que mira el techo cerrando los ojos, el que mientras espera avisa que “más de tres sacudones es paja”, el que para mear inclina el cuerpo adelante y se apoya con ambas manos en la pared, el que gime de liberación; pero la figura más asentada en la rica imaginería de los baños públicos es, indudablemente, el que silba.
El silbido, en el cubículo o el mingitorio (me remito al terreno masculino por motivos jurídicos), es en soledad. En rigor el acto mismo de silbar es eminentemente individual, salvo, creo, en la cancha. En ciertas pelis yankis (se me ocurren, como ejemplo, las de boy escauts) se muestra la excitación que produce en la gente entonar silbidos colectivamente, armar en conjunto una canción silbada. Siempre son escenas de algarabía, de gran emoción, porque silbar de a varios no es sólo poco frecuente: es casi una aventura.
Otro aventuramiento en lo desconocido con el silbido consiste en elaborar una melodía propia, y sus intentos generalmente son fallidos. Y en el baño -ese lugar íntimo donde se silba solo pero escuchan otros-, fallar melódicamente sería una vergüenza doble. Veamos. Silbar es la expresión sonora de las representaciones mentales de una música. Silbar implica pues la decisión de vincularse con esos casilleros activos de la mente individual, antes que con los extraños cohabitantes del biorsi. Como si los ocasionales vecinos no formaran parte de la situación de silbido, estereotipo del entretenimiento solitario.
Pero como ligazón con lo interior, silbar tiene una particularidad: se muestra. En el baño, donde rige la soledad en multitud, el silbido viene a realizar otra exposición de lo íntimo, esta vez innecesaria. Encima, atrae la atención, de manera que también lo otro íntimo que se hacía queda ya no sólo expuesto, sino llamando a gritos la atención.
Hay que tener los huevos bien puestos para llamar la atención más de lo estrictamente necesario en una desnudez pública. Porque silbar implica una confianza en lo propio, eso propio que se le anima a esa tierra visitada y avistada por todos, pero dominada por nadie, que es el baño público.
2 comments:
yo, que no se silbar, me conformo con el canto. pero de todas maneras creo que la intención es la misma, uno siempre es alguien que está en un lugar, no un chorro de meo dejando el cuerpo.
una vez en una fiesta un sabio puto me dijo que lo bueno de los hombres era que podíamos mear juntos, y compartimos el inodoro.
O sea que se silba para asegurarse de que uno sigue existiendo a pesar de eliminarse una parte, para constatar que hay algo que permanece? Me gusta, me gusta.
Coraje hay que tener para declarar ignorancia silbistica...y me abstengo de hacer chistes completos con tu seudonimo, cuyo apellido de algun modo forma parte del proceso de ir al banio, aunque en su caso, el de lavand, todo es distinto, no?
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