Thursday, July 20, 2006

La guerra castigo

Por Martin Krymkiewicz

Soplan vientos de pos-soberanía. Un estado-militar decide castigar un país por no ejercer el monopolio de la coersión.
La hipótesis que nos convoca a pensar es que Israel decidió hacer “inviable” un país por no ser lo suficientemente soberano, o sea por no controlar (y posiblemente apoyar) las bandas del Hezbollah que operan en su territorio (justamente ahora que han dado un salto cualitativo en su poder de fuego).
Y justamente porque Líbano es ejemplo de las dificultades para una articulación estatal posible y donde, como en Afganistan (y quizás Irak), en vez de un territorio soberano articulado en una democracia representativa encontramos una “organización” de bandas en conflicto permanente.
Nuestra intuición foucaultiana nos orienta en esta discontinuidad: si la guerra estatal era una disputa entre soberanías por el dominio, una lucha por imponerle un sentido al enemigo, de asimilarlo, estas guerras “preventivas” son otra cosa. El castigo no parece tanto una imposición de dominio, sino la condicionalidad de un “estado” que pueda “responder” por lo que ocurre en su territorio, o hacerlo “inhabitable”.
No es exterminio o asimilación lo que se juega, sino una capacidad de intervención bio política tal que puede amenazar la existencia.
La experiencia israelí en Palestina ha sido y es un laboratorio de la guerra del futuro que ya acontece en cada orbe: una guerra “ambiental”, donde se trata de ejercer un control a través de la gestión del conflicto y el orden (fundamentalmente a través del control de flujos sobre el territorio), estilo apto para situaciones donde falta “estado” que responda.
La victoria de Hamas en Palestina es también un punto de inflexión en esta lógica porque ha “soberanizado” un tipo de conflicto que es imposible articular estatalmente.
Desde esta perspectiva es absolutamente lógico que el blanco del ataque en Líbano y Palestina (y lo que tanto nos horroriza) sea efectivamente la infraestructura y la población civil. Israel ha desatado Sodoma y Gomorra sobre Líbano por no ser lo suficientemente estado. Pareciera que somos testigos de cómo Israel está decidiendo que si un territorio no tiene algún tipo de orden estatal compatible con Occidente (al menos “administrativo” como en Irak) existe hoy “autoridad” suficiente como para convertirlo en un desierto.


Wednesday, July 19, 2006

Carlos Tevez y el reencantamiento del mundo

1-

En el fútbol se ha vuelto políticamente correcto defender lo técnico. En contra del predominio de lo táctico y lo físico (que piensa el fútbol desde la ocupación de los espacios), la técnica designaría lo más puro de la belleza deportiva, lo específico del fútbol como juego con la pelota.

Pero para llamar a lo más creativo, bello, a lo más romántico del fútbol, ¿Justo vamos a usar la palabra “técnica”, que remite a una forma matematizable de hacer las cosas, al medio siempre calculable de hacer más eficiente un trabajo? ¿Por qué no usar un término como habilidad, o, directamente, magia?

“La técnica se aprende, la habilidad no”, observó cuando le planteé esta idea Hans Gumbrecht, cuyo padre solía decir: “si el fútbol sigue así, terminará siendo atletismo con pelota”. La magia no se entrena, porque la tienen los jugadores llamados “distintos”.

El avance de la degeneración capitalista del fútbol (porque la visión numérica y la subordinación a los rendimientos son el espíritu del capitalismo) triunfa no sólo cuando impone llanamente sus peores versiones (el dominio puro de táctica, fuerza y velocidad). Una lógica es dominante cuando logra infiltrarse en el modo en que se articulan las heterogeneidades. Dicho de otro modo, la principal derrota consiste en comenzar a pensar lo que defendemos en los términos en que puede pensarlo el enemigo; como llamar técnica a la magia y creerse embanderado del romanticismo futbolístico, ¡Dios!

2-
Pensar distinto, con otra lógica de la materia y el tiempo: eso demostró Carlos Tevez en su gol a Serbia y Montenegro.
Recibió la pelota, con un marcador delante, quien capaz esperaba la reacción habitual del atacante: que cubriera la pelota, la ocultara, que le mostrara un poco la espalda, que buscara eludirlo por alguno de los dos costados.
Pero Tevez la agarró, lo miró de frente mostrándole, ofreciéndole casi la pelota, y prácticamente quebró la ley de impenetrabilidad de la materia: tanto él como la pelota pasaron a través del eje del cuerpo del otro. La pelota por entre las piernas, y cuando se daba vuelta a verla pasar, medio se inclina hacia atrás y Tevez lo salta, lo pasa por encima, también atravesando el eje de su cuerpo, como si el tipo no existiera, como si ni siquiera fuera un obstáculo; desexistir un cuerpo, envidia de cualquier mago.
Igual lo trató al siguiente, que parecía haberle robado la bocha y Carlitos fue como no reconociendo que la tenía, fue como dando por obvio que era suya, y, obvio, gol.

Friday, July 14, 2006

Krupoviesa no lo tocó

1. ¿Qué se hace con una hora? En la calle los bares son primera opción, pues para constatar el paso del tiempo, beber es harto preferible al reloj, tanto como lo es hacer a esperar, o construir -trago a trago- una secuencia temporal, a observar la tiranía del reloj, inmóvil en su movilidad preestablecida.
¡Pero qué difícil entrar a un bar en Palermo Joliud! Por suerte Dios es generoso en sorpresas, y diviso un sucucho (¿se puede decir “por suerte Dios”?). Había sólo dos mesas, plásticas, y una tele pasando Boca-Newell´s. Los tres o cuatro presentes mirábamos el partido y no entre nosotros, lo cual, antes que separarnos, nos aunaba en una calma donde la birra casi tibiona no molestaba, en un oasis de intimidad con Boquita en la tele –impensada gracia televisiva de posibilitar intimidad.

2. Ambos equipos se resistían mejor de lo que avanzaban. Un embole. Pero había más que el partido para ver, porque mirándolo, indefectiblemente, miraba la tele.
El lateral izquierdo xeneise era Morel Rodríguez, quien usualmente calienta el banco, porque tres días antes Boca le había empatado a River sobre la hora y con dos expulsados, uno de ellos Juan Krupoviesa, marcador de punta que en determinado momento quedó como último hombre y no tuvo más remedio que faulear al Rolfi Montenegro con una virulenta patada voladora que, con los tapones de punta, impactó de lleno en la rodilla, según mostraron las sucesivas repeticiones en cámara lenta.
“El tribunal de disciplina está debatiendo la suspensión, se habla de dos fechas”, comentó un acompañante del relator Walter Nelson que no era Alejandro Fabbri.
“¡Dos fechas! Pero qué barbaridad che, hace mucho tiempo no veía una infracción de tanta violencia”, reaccionó WN para escuchar que
“Lo que pasa es que, dicen, el juez Pezzota no hizo bien el informe. Puso juego brusco en vez de juego brusco violento, o plancha violenta. Y la decisión se toma sobre su informe”.
“¡Pero cómo puede ser –remató Walter-, la imagen habla por sí sola!”.
El que hablaba, por supuesto, era él. Parecía incluso tener una idea: ¿Cómo puede ser que se siga la indicación del referí cuando está disponible una imagen televisiva transparente e inapelable? Ahora bien, si la imagen habla por sí sola, el informe del juez es superfluo.

3. ¿Cuáles son nuestros criterios compartidos de verdad, o mejor, de verificación?
Para Nelson y troupe, la imagen es el juez del juez. Aunque ven el partido en la cancha, el fútbol para ellos es lo que pasa en la tele, proponiéndola como un ojo mejor que ninguno para llegar a la verdad de cualquier situación, como una corte suprema ontológica.
Hasta en jugadores y técnicos ha cundido esta entronización de la tele como confirmadora existencial, cuando contestan sobre jugadas, al terminar un partido, “no sé, quiero esperar a verlo por tele”. El fútbol verificándose a sí mismo por tevé.
Y el fútbol por tevé es eso: fútbol por tevé. El ejemplo más claro acaso sea el de los jugadores europeos, que siempre parecen monstruos, semidioses invencibles, imagen que Carlos Bianchi refutó repetidamente.
Sería así: de cada partido europeo emitido se arma una selección de imágenes que circula multiplicadamente, cientos de veces, difundiendo, de cada jugador, un perfil que recoge sólo sus puntos máximos de rendimiento. A Riquelme, en cambio, ya le conocíamos los bajones antes de la Intercontinental, sabíamos que no siempre tenía un pisa y amasa absolutamente inaccesible, y qué paseo les dio a los merengues en el pasto y qué ridículas quedaron las grandes imágenes de Figo, Zidane, Roberto puto Carlos... construcciones televisivas, infieles a la variabilidad del rendimiento corporal: imágenes que pretender representar un registro que luego no toleran, cuando se esfuman en lo real de una situación hecha en tiempo de cuerpos vivos.
Pezzota vio en tiempo real y con los pies en la tierra. No se verificó en la imagen, y por eso fue criticado. Acaso envalentonado por la cerveza que ya es pasado en mi vaso, pienso que a los que nos gusta el fútbol más que la tele, se nos impone la tarea, la responsabilidad histórico social, de defender a Krupoviesa: apenas lo tocó.



Thursday, July 13, 2006

Cosas que pasan en la cancha

Hay que reivindicar a Zidane. Pero no porque es un gran jugador y a pesar de su descarrilamiento en la final: hay que reivindicar, justamente, que tan consagrado jugador haya hecho lo que hizo donde lo hizo. El césped que pisaba Zizu es vendido en estos días, dicen, a euro la hojita. Nunca nada tuvo tanto público. ¿Será por eso que el relato de Walter Nelson se alteró, indignado con el bardeo fuera de libreto?

Se reclama responsabilidad, que sea impasible. Yo digo que se reclama frialdad; ausencia se reclama. A Zidane le pasó exactamente una de esas cosas definidas tantas veces por los jugadores como "cosas que pasan en la cancha". La calentura del momento, del partido, del enfrentamiento cuerpo a cuerpo, las cosas que, propiamente, pasan en la cancha.

Era obvio que iba a molestar la corneada de Zidane en este fútbol espectáculo, donde hasta en la cancha se mira por tele. ¡Si ese era el tema, que en la tele se veía perfecto, que las cámaras lo habían tomado, que se veía el cabezazo en cámara lenta! ¿Ahora van a decirle “¡Argelino de mierda, devolvé la plata!”? ¿O lo van a “perdonar”?

No loco: festejemos que una estrella de fútbol se comporte como jugador de fútbol antes que como estrella, que por un segundo le chupen un huevo los mil quinientos millones de anónimos que miran por tevé y se deje afectar por lo que dice el tano hijo de puta que está al lado, empapado en sudor.