Sunday, November 29, 2020

Tantas cosas, Diego...

1-Ah, son tantas cosas. Nunca en este país se lloró tanto en simultáneo, nunca hubo tanto llanto común. Seguro fue equivalente en proporción cuando murió Eva, quizá cuando murió Perón, cuando murió Gardel, no sé. ¿Son las mismas lágrimas saliendo por tantos ojos, es un mismo llanto en millones de cuerpos? ¿Desmiente, este llanto extenso, la individualidad separada de los cuerpos, de las vidas? ¿Y de qué son las lágrimas, qué se llora con Diego? ¡Son tantas cosas! Y muchos no pudimos nunca, ni una sola vez ver el segundo gol a los ingleses sin llorar. Tanto, todo, junto. Quizá las lágrimas, además de dolor, de tristeza, además de alegría, de “emoción”, quizá las lágrimas expresen el sentimiento al que accedemos precisamente de desborde de nuestro cuerpo individual, experiencia supra-yoica de ser parte de algo inmensurable. Nos experimentamos como parte de algo que nos excede y desborda -en llanto-. Esto es afectivo, es anímico (del alma como la imagen actual del cuerpo), pero a la vez concreto, materialista: Diego es el cuerpo y el nombre de una experiencia multitidunal de lo eterno y de lo sublime.


2- Tantas cosas: parece realmente que a la Policía -de la Ciudad, otrora Federal- de unos años a esta parte cada vez tiene más hondo el goce de dañar. No solo más preparada física y técnicamente para reprimir, sino para desearlo, para disfrutarlo; esperando el momento de que les saquen el bozal y puedan meter palo, bala, gas. Los más killers en un mundo bien killer, los más duros entre duros, la risa del mal suprema. Habría que pensar este tipo específico de goce estatal por el terror, bien distinto al de la Dictadura y también al de la post-dictadura. Pero más allá de esto, y asumiendo también una decisión política de llenar de violencia la escena del velorio maradoniano (pero qué, ¿se murió Diego, es verdad?), cabe preguntar: esa decisión, ¿a qué reprimió? No había una fuerza que amenazara físicamente a la Policía ni a su disposición, en la Nueve de Julio; entonces, ¿aué posibles fueron ahí reprimidos? Andrés Pezzola ilumina: la yuta, fija, flashaba que le pegaba a Diego. Y ¿qué efectos hubiera tenido que la ciudad -esta ciudad mediatizada, privatizada en lo más hondo de su fenomenología, esta ciudad que ya no es potestad de sus habitantes- hubiese sido copada larga y anchamente por el procesamiento colectivo de un dolor fraterno, dolor superado solamente por el amor y el agradecimiento a nuestro laico y barroso D10s? ¿Qué vinieron a impedir, esas balas?


3- ¡Tantas cosas! Por primera vez en toda la historia argentina, la Casa de Gobierno fue asaltada, tomada parcialmente por la preopotencia deseante de una horda jocunda, que forzó, según dicen, a que el Presidente y su Vice se replegaran a sectores más traseros del Palacio; por primera vez en la historia nacional la Casa Rosada sufrió la irrupción de una fuerza que venció sus bordes -otrora de alta firmeza simbólica-: ¡y lo hizo el maradonismo! Clavó su fiesta doliente y metió las patas en la fuente adentro de la Rosada.


4- Esto último le da una vueltita más al bastante consabido desplazamiento en la potencia simbólica del ex Estado-Nación; lo que se vio es que la despedida de Diego era un funeral de la Nación, y el Estado no pudo convertirlo en funeral de Estado. El Estado no estuvo a la altura de la Nación argentina. Como plantea Rubén Mira en uno de los textos más importantes de estos inolvidables días, el ritual de despedida de Diego mostró cómo las formas populares de tramitación de las necesidades tiene una distancia cualitativa con su presunta representación y gestión gubernamental; desde las necesidades habitacionales (Guernica) hasta las de procesamiento funerario. Los anti-todo acusan al peronismo de ser el espacio de los vagos, los negros, los rotos, los no-ordenados, pero acá se vio que al menos este peronismo -medio alfonsinoide- no pudo (o no quiso, da igual) encauzar los cuerpos y los modos de vida que se le endilgan. Queda pues, entre las fuerzas más conserva-reaccionarias, y este peronismo como interfaz entre las fuerzas democrático-populares y la razón de gobierno, un hiato, enorme, donde el deseo y la anímica multitudinal debe ir afirmándose por las suyas.


4- ¡Tantas cosas! No podemos creer que se fue Diego… Porque Diego es una parte de nosotros; porque no podemos a priori pensarnos sin Diego, y, como insistía Nacho Lewkowicz citando Kaos (esa obra maestra de los Taviani), porque sabemos que ahora ya nadie nos piensa como nos pensaba Diego. Nosotros lo alentamos a Diego (¡vaya si lo alentamos!), pero Diego también nos alentó a todxs nosotrxs.


5- Tantas cosas, carajo. El sentimiento compartido rompe con la forma de vida dominante, el liberalismo existencial, donde la verdad obvia es que cada quien tiene su vida, y ya. Diego nos encuentra como hermanos y hermanas. Pero, tal como se dice, y re dice, Diego no es ejemplo, no es modelo. Por eso es el D10s de la era posmoderna, el D10s parado en la muerte de Dios: porque es un ídolo que exhibe de modo flagrante sus impurezas, errores, verguenzas, sus debilidades, su fragilidad. Lo hemos visto llorar a Diego muchas veces. Y sí, hermanos: la idolatría es un esquema que reproduce la desigualdad jerárquica, la obediencia, entonces si hemos de tener un ídolo, ¡qué mejor que uno frágil, asediado por la enfermedad! Que la gloria, que la belleza máxima -la experiencia estética más elevada que gozó el pueblo argentino-, sea protagonizada por alguien muy barroso.


6- No une pues como un Líder, como un Gran Padre, no es Ejemplo ni Modelo; no nos une subordinándonos, inferiorizándonos. Nos une en afianzamiento de la fraternidad. Le leí a varias personas coincidir en esto, Maradona como hermano mayor. Diego puso su cuerpo para la fraternidad argentina; por eso incluso quienes lo detestan (por villero, por adicto, por atrevido), detestan en él cosas de la argentinidad. No quedamos en este sentido huérfanos; se nos fue el mejor hermano, el hermano más hermoso y más querido. ¿Qué pasará, sin él, con nuestra fraternidad? Sí fue un héroe, Diego, porque abrió puertas imposibles, donde pudimos entrar todxs y tocar el cielo con las manos. Esos goles guerrilleros pero también estacionar un Scania en Palermo Chico y responder las quejas de los vecinos diciendo: “cuando ellos muestren bien de dónde sacaron toda la guita, yo saco el camión”. Donde había una puerta jodida, Diego la iba a romper -¿es casual que se rompiera por él la puerta de la Rosada?-. Ahora Diego se murió, y como le leí a Pato Suárez, eso significa que nos toca a nosotrxs, pues, hacer cosas imposibles...





 


Thursday, March 12, 2020

Todo está en todas partes - Omnipresencia, ¿patrimonio divino?

[Abajo se ve la fecha de hechura de este texto, que la cuarentena coronavirósica me hizo recordar¨] 

Omnipresencia: ¿patrimonio divino?
    -- (Advertencia al lector:
en esta nota no se encontrará con el desarrollo de tema alguno. Más bien, constituye el recorrido arbitrario y fortuito que se desprendió de la visión de una imagen problemática. Es decir, se expone aquí el resultado escrito de un camino de pensamiento que, al comenzar a andar, desconocía su destino.)


A ver, partamos de una imagen contemporánea bien visible (al que algo quiera ver). Hoy, un tipo puede vivir sin salir de su casa. Esto entraña casi ningún contacto físico directo con otros bichos humanos. No cual enfermo, ni cual atendido: amar y trabajar, todo el paquete. Todo gracias -por supuesto- a nuestro Gran Dios de la Internet y su fiel (u ocasional) compinche, el San Delivery.
Puesto que desde su Pérsonal Compiuter, nuestro Mengano puede: buscar trabajo; capacitarse laboralmente; trabajar; estudiar (incluyendo inscripción a universidades y demás); hacer las compras de la casa; hacer amigos; practicar desenfrenadamente el ocio, vía películas, pornografía, música, juegos, etc.; expandir sus horizontes culturales; enamorarse, e incluso tener relaciones sexuales mediante los nuevos chiches del mercado; puede también pagar sus impuestos;.... todos los contactos son posibles en la Web.
Es increíble que las gentes hayan creado las condiciones que posibiliten que la vida humana sea físicamente aislada. La foto de época recuerda a otro invento fascinante, homólogo: la cárcel. La misma idea está puesta en juego: a un cuerpo viviente, una parcela terrenal. La foto es también lo opuesto a la cárcel: mientras que en ésta los cuerpos devienen objeto recluido y mantenido por otros, el sujeto que vive en su internet-casa-delivery, organiza sus condiciones de existencia. Por estos dos pilares, la red y el delivery, llegamos a un par de datos axiomáticos conocido del mundo actual: su fragmentación y su movimiento constante.
No hay que dejarse tentar por los vicios ideológicos: esa existencia no es magra, ni disminuida; es una vida humana articulada, con sus variaciones de intensidad, sus encrucijadas, sus decisiones, problemas, logros, etc1. Y todo esto, desde un solo lugar. Se expele la pregunta2 ¿cómo es esto posible? ¿Cómo puede la vida humana ser totalmente aislada y totalmente en contacto al mismo tiempo? Se impone la respuesta lógico-necesaria: desde un lugar, se accede a cualquiera. Todo punto choca con la totalidad de los otros puntos. Todos son limítrofes entre sí. Todo está en todas partes. ¡Desexistidos los lugares!, dijo lo real.
Reincido en el deporte de cuestionar: ¿cómo es imaginable un tablero así, con cada casillero siendo limítrofe de todos los demás? Para empezar, la rigidez material se evapora. (Esto, lo dicta el instinto visual e intelectual: respecto del sólido punto de partida, el primer paso hacia la multilimitrofeidad absoluta, es el movimiento de los casilleros).
Una vez imperante el movimiento (y la tridimensionalidad, o porqué no, multidimensionalidad), sucede necesariamente esto: con un observador-parámetro abstracto imaginario, la velocidad de movimiento de cada casillero es tan elevada como para que el segmento de tiempo en que entra en contacto con cada uno de los demás, tienda a cero. Dicho de otro modo: en un momento, se está en todos lados.
Corolario: la velocidad total destituye los lugares.
Esto es posible, no es un juego expresivo. (El 26-4-03, esto era jeronimear.)
1Otro punto es el de qué organización de la materia humana suponen los dispositivos informáticos.
Un punto de partida, una vez llegado el nivel de envergadura en la relación con las máquinas y la red, puede ser una especie de objetividad instituida. Intentaré una explicación, al menos somera. Los estímulos se presentan en multiplicidad de registros; el cuerpo deviene mapa de lugares enchufables. No hay instituciones que delineen la figura subjetiva, sino un entramado de máquinas y estímulos constantes que forjan una suerte de posición mental-corporal compatible con ellos. Y esto sólo para ir creando mediante torsiones de conceptos que ya conocemos; quizá “objetividad instituida” sea demasiado; quizá en rigor sea más preciso decir lo que de hecho le pasa a la carne humana. Pues no es una disposición instituida, no hay estrategia; su configuración es aleatoria.
Las nuevas dimensiones ofrecen, como es de esperar, opciones distintas: disponerse como la pura extensión de la compu y de la web; o bien disponer uno de las posibilidades allí contenidas en potencia. Ya lo hemos aprendido con la tele: nada en sí mismo estupidiza ni hace pensar, siempre se debe esperar el posicionamiento y la fuerza de la voluntad.
2También se desprende una conlusión. La posibilidad de existir humanamente en contacto mediado con cualquier otro punto, decreta la abolición de la sociedad. El desarrollo laboral desde internet, le quita al trabajo su carácter socializante. Los hombres ya no harán comunidad desde el trabajo. La cartografía social se desfonda, emergiendo una multitud de partículas interconectables (interconectables, que se pueden conectar).
Al pensar en qué cosas obligarían a alguien a salir de su casa, lo primero que imaginé fue el acto electoral del estado (téngase en cuenta el contexto del acto de imaginación, Buenos Aires a días de las elecciones indecisas). Uno debe ir a votar. O mejor, todos debemos ir. Un ente -el estado- interpela al conjunto, y con ese interpelar, hace al conjunto. Aquello que interpela a todos es el punto en común, el punto que asegura una comunicabilidad dada entre todos. Por eso es el estado el que constituye el lazo social.
Pero bien sabemos que la obligación del voto es meramente formal. De rigor, no hay pena, y por lo tanto, no hay infracción. Esto es solo un ejemplo del desvanecimiento del estado en su rol integrador.
Desaparecida la efectividad de los mecanismos de interpelar/generar a un todos, ese todos, la sociedad, deja de existir. La existencia en la era Bill Gates es de cada uno. Las existencias colectivas, son contingentemente forjables. (Por lo tanto, de seguro serán experiencias de subjetivación.)

Saturday, February 29, 2020

Yo te creo, máquina




1. La verdad, no sé si tener miedo o no. Creo que el temor sosiega, paradójicamente: da una certidumbre, algo definido sucede, se circunscribe una fuente puntual de opresión a la que atribuirle el malestar que, de común, asedia difuso pero aplastante en la ciudad de la imagen. El miedo puede ser un modo de ordenar el mundo. En fin: creo que alguna vez tiene que pasar y el coronavirus, finalmente, librará de nuestra especie a la faz de la tierra. Creo que es un tipo de gripe y mata gente, más que nada adultos mayores, como también lo hace cada año la gripe común, pero sirve de alimento para la adhesión automática a todo miedo circulante, propia de la fragilidad anímica del reino mercantil, que es por un lado tan buen negocio para los medios de comunicación y, por otro, tan buena excusa para aumentar el arbitrio de los controles gubernamentales. Creo que es un virus introducido en China por los yankis para hacerle un agujero a su amenaza principal. Creo en todas las versiones; creo que todas tienen verdad.

2. El otro día se murió un terraplanero. Cayose de un cohete casero, que armó para demostrar su visión del mundo, según contó la noticia. El tipo -lo adiviné californiano apenas escuché la historia- dio la vida por lo que creía, puede decirse. Aunque es una creencia reactiva, efecto de un radical no-creer en “lo que nos dicen”.
Escépticos nos decían a los criados en la década del 90: tras la denominada caída de los grandes relatos, el escepticismo, no creer en nada, era el ánimo general. Sospecho que el escepticismo se ha diagnosticado en muchas épocas; creo recordar por ejemplo que Sartre lo señalaba en la posguerra. Quizá creer -dar crédito a la existencia de algo- es en el fondo una pulsión fisiológica. El mundo nos excede e incluso lo que conocemos apenas, lo que casi no conocemos, tiene nombre para nosotros, y en el nombre hay ya una idea, un relato, un crédito que damos. Creo que entonces lo que lo que hay son diversos regímenes y modos de la creencia, de aquello que llamamos creer, que, cuando varían, los formados en un régimen viejo no ven sino falta de creencias. En el capitalismo de los flujos -o capitalismo celular-, también las creencias se fluidifican y celularizan; en la mediósfera conectiva en que vivimos, se cree cualquier cosa precisamente porque a la vez no se cree nada. Dado que no se puede creer en nada, es imprescindible creer en algo.

3. Dice Peter Sloterdijk que la función de los medios de comunicación en las sociedades contemporáneas es excitar al colectivo social en cuanto tal, produciendo una inquietud común. Los medios reproducen el lazo social mediante el estrés. O sea que el metralleo sin descanso de crispación mediática no produce simplemente solo anomia y desintegración; esta excitación nerviosa, este odio, este pánico latente, este padecimiento insomne es el pegamento que liga al cuerpo social celularizado.
Cuanto más nervios produzca una noticia, entonces, más creencia obtiene en el régimen de creencia mediático.
Este video, por ejemplo, no creo que sea verdadero; dicen que es una simulación. Yo creo en todo, como decía. En el sentido de que, al revés de lo que decía Guy Debord (¡pero sin negarlo!), lo falso es un momento de lo verdadero. Si el video es una simulación, es concebible, imaginable, verosímil, es verdadero en tanto que simulación; es una simulación verdadera. Creo que hay que creer en todo, incluso por supuesto en muchas cosas contrapuestas, pero creyendo, sobre todo, que todo no es todo. Todo no es todo; el parámetro para valorar una creencia, un régimen de la creencia, es cuán activos -creadores- o nos deja, o simples deglutidores repitentes.

Agustín J. Valle 


Monday, February 10, 2020

El descanso como objetivo ordenador

¿Y si dormir es lo más importante? No descansar como medio para poder producir o realizar otras actividades, sino dormir, con su intensa productividad onírica por supuesto, como objetivo de la vida más preciado. Nada sencillo objetivo por otra parte; escuché poca gente, en los últimos años, decir que duerme bárbaro en general. Ah, qué maravilloso ese momento en que logramos sentir que se baja en nosotros la guardia, la vigilancia, y vamos entrando en otro estado, el sueño, regido por algo nuestro que no es yo. Raramente percibimos el momento en que estamos durmiéndonos; como si no fuéramos nosotros los que nos dormimos como acto, sino algo que nos pasa.
El descanso reparatorio es necesario para poder hacer bien las cosas: tal el sentido común históricamente dominante. Algunos se rebelan contra el sueño como necesidad, chillando que dormirán cuando estén muertos y demás -el capitalismo mediático-farmacológico va en esa dirección-. Pero es contra la mediatización del descanso -su concepción como medio para otra cosa- que conviene rebelarse. El sueño, el descanso, perfectamente pueden concebirse como un delicadísimo objetivo, aspiración y deseo máximo. Y esto resulta un ordenador de la vida, porque es preciso cultivar el buen sueño, elaborarlo. Es necesario cansarse, y bien cansarse, para producir el buen descanso. No es que, por ejemplo, si le dedicáramos todo el tiempo a estar en la cama, obtendríamos un descanso estupendo. No no. Podemos estropear nuestro sueño por exceso de quietud y de desidia, así como por exceso de actividades y esfuerzos. Ojalá pudiéramos regular nuestros esfuerzos y haceres vigílicos en función de llegar al lecho con la cantidad y calidad de cansancio justos para el frágil y sublime placer del buen descanso.