Vi un video en Internet, una filmación, o sea, ya no sé ni siquiera si la palabra “video” es correcta. Como sea, vi en Internet el video donde tres amigos son entrevistados; no se ve ni oye al entrevistador, y la cámara fija los toma sentados en un sillón, tazas en mano. Mirando al cuarto excluido, hablan de su militancia y pensamiento, historizaban (genealogizaban) sus posiciones en las sucesivas coyunturas urbanas, argentinas, regionales y globales. Los tres, por supuesto, serios, hasta graves. Interesante poder ver el relato del devenir de un pensamiento, y de su presente, cuando uno guarda algún acervo de memorias de los momentos esa historia; uno ve actuando activamente personajes (las ideas como personajes de una historia intelectual) cuya composición uno más o menos observó.
Los veía y creí entender que nunca estamos de otra manera que actuando, al fin y al cabo.
Pocas palabras son tan disyuntivamente valoradas como “actuar”.
Actuar es habitar un filo, filo que propone una indistinción del acto y la actuación. Hay que bancarse el filo, imagino, al verse online. Suelto, más o menos suelto, en el coro de fractales, donde algunos movimientos acaso se inscribirán como efecto de ese actuar bien tomándolo como acto, bien como actuación. Hace falta aguante y confianza para sostener un actuar que en principio no sabe si será acto o actuación.
Y ahí es donde el cinismo se encuentra en coincidencia con la presunta crítica del espectáculo 2.0 (donde consumimos nuestra propia emisión como imágenes-mercancía). ¡No actúes, que estás actuando!
Actuar la emancipación, ¿es actuarla o es actuarla? Ahí es donde el cinismo opta castrado y señala oportuno, y el vitalismo actúa y actúa y abre la posibilidad.