El calendario es una de las primeras formas de dominación sobre
la vida, dice Symns. ¿Puede, empero, ser arrebatado, tomado por
la espalda, el calendario? Una urgencia, los diez años del año 2001,
publican estas páginas, que son un extracto, apenas elaborado, de
una investigación un poco más infinita que venimos haciendo sobre
Patricio Rey, su singularidad y alcance en la cultura argentina. Se
cumple una década del año de su disolución, la misma década que
puso en el centro de la escena nacional muchos de los saberes redondos:
algo nos urge. Cargamos con la tensión productiva de pensar
la experiencia como archivo y como construcción a posteriori
–pero apelando siempre a la vida.
Los Redondos, fiesta y resistencia, chorrearon todas las épocas, los
70, los 80, los 90, y rompieron en 2001: su desborde se confunde
con el de una era política en Argentina, y su historia muestra un 2001
que obliga a repensar el presente. Redondos, una fiesta donde decir
nada es verdad salvo nuestro grito, este grito que abarca el cosmos.
Aguante y creación, mapa del mundo y orientación en el desastre: sin
estrellas, desconfiados de cualquier ídolo, bailando los designios de
nuestro dios pagano, Patricio, esta trascendencia del nosotros.
La nostalgia del “solo te pido que se vuelvan a juntar” es parte de
esta época retornista, de vueltas con épica mediática, y esta nostalgia
es un amansamiento ricotero por abajo que permite esta recuperación
por arriba, desafilada y determinista, del poder: la apropiación
oficial y mercantil de nuestra liturgia. Pero Patricio aúlla, aúlla
en la ciudad, aúlla en los encuentros azarosos, aúlla en nuestros
cuartos, en las esquinas. Son unos trapos que garpa bancar...
[Intro del cuadernillo Estallido Redondo. Historia ricotera del 2001, de Perros sin folleto]