Van a las plazas. Se sientan sol@s en bancos abandonados y se ponen a alimentar palomas.
Suelen planificarlo desde su casa y llevan pan para atraerlas. Arrojan trozos alrededor y esperan. Pero no es una espera cualquiera: es extremadamente espera.
Porque tiene una obligación, un requerimiento ineludible para ser exitosa: estas personas deben quedarse duras, quietas como estatuas.
Una espera que somete al cuerpo: para que las palomas se acerquen a comer, tienen que suprimir todos sus movimientos y sólo mantener activos los órganos de ver. El resto del cuerpo debe estar inactivo, pasivo, como muerto.
Tienen que casi desaparecer para que se acerquen las palomas, quienes claro, cómo no van a ir si les regalan la comida. Lejos de ser una compañía, son lo que redunda en la calle, son tan compañía como la lluvia. Van solamente cuando la escena puede transformarse en su escena, cuando mandan ellas y el humano está suprimido, inmerso en su ilusión de compañía. Bordean lo carroñero. Lejos están, muy lejos, de la dignidad de las serpientes que deben matar ellas mismas a su presa para que devenga alimento; las palomas son la plaga y la plaga no tiene valores, la plaga es la estúpida violencia de la reproducción infinita -punto en el cual las palomas se asemejan bastante a la lógica del capital: la estúpida violencia de la reproducción infinita.
Alimentar palomas es engancharse a lo dado para no estar solo, olvidando que lo dado es precisamente lo dado sin uno, lo que no nos necesita. Esa ilusión de compañía encubre una complicidad con la expoliación ajena de sí mismos, encubre la soledad de quien entrega su cuerpo a la compañía del invasor, aquel para quien uno es puro objeto. Como una rata que, huyendo del dolor de la soledad, se regala al hambre de una serpiente, sintiendo segundos al menos una ilusión de compañía.
A Federico Levín
4 comments:
me gusta mucho esto que escribió.
No estoy de acuerdo con su visión de las palomas, de hecho yo admiro su gallardía (si se me permite el término), y su manera de espantar a tanta gente temerosa de ellas. Son muchos los que odian a las palomas. Yo creo que hay que enfrentar la vida como una paloma, sin miramientos - a veces. Y si de parásitos hablamos, el ser humano va primero.
Pero insisto, muy bien escrito, que es lo que me interesa.
ay! espero que no me haya agarrado la pedantería de tanta paloma! vengo del parque...
Ah, sí: nosotros primero. Pero al menos no somos todos iguales.
¿Seremos contendientes? ¿Organizará el partido respecto de las palomas bandos humanos dialécticos? No me parece poco interesante probarlo, teniendo en cuenta además que, por lo que pispié en su blog, usted también se defiende con el tipeo.
ah no! yo estoy por la paz, salvo cuando se me da por pelear.
es que me gusta la paloma, no hace caso de nadie, la espantás y vuelve como si nada, todo por el pan de cada día...es la personificación (siendo un animal)de la terquedad y ambición (que siendo humanas por qué habría que personificarlas en una paloma?).
Como verá, me enredé, y es muy temprano para hecharle la culpa al vino o las drogas. creo que son los biscochitos con lino que me estoy comiendo.
en fin, observe y admire la capacidad de la paloma para sobrevivir.
Yo también soy pacífico, pero no pacifista: si me atacan... Juro conocer la capacidad palomil para sobrevivir muy de cerca; de allí mi odio. Capaz hasta lo posteo (dicho sea con la impunidad que dan las horas y sus sustanciales compañías)
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