Friday, November 07, 2008

John Kerry y el problema de la transparencia


Pocas ideas cuentan con el acuerdo de toda la ciudadanía. Una con pase libre al VIP del consenso, arraigada en el sentido común, establece que la transparencia es un atributo a exigir en las esferas dirigenciales de la organización social. Frente a cualquier eventual dirigencia, se la sostiene como demanda básica; tanto hemos aprendido su importancia.
Una noción aprendida sin registro del aprendizaje, goza presencia natural. Si está incluida en la axiomática compartida más básica y no puede ser bien definida -lo que acaso facilite el consenso general-, hay que pensarla (o seguir actuando como títeres de sedimentaciones generales).
Algo es seguro: transparencia es un atributo de lo visible. Como término, proviene del ámbito de la imagen. La honestidad es un atributo de la moral o la ética y de difícil observación (la honestidad, en rigor, sólo puede ser demostrada falsa); la capacidad, del ámbito intelectual u operativo y quizá reconocible por los efectos de los actos. La transparencia, en cambio, es una exigencia a lo observado, es el requerimiento a la clase política en épocas en que la política se juega en el aparataje massmediático.

Un ejemplo. Los debates televisivos son tomados como escena cúspide de la campaña President of America 2004. Allí se juega el acto central de la riña y se define la elección del casi presidente del mundo. Así se lo observa socialmente, y la observación, performativa, lo produce.
Por otro lado, aquí, en las afueras del mundo, la tele con George Bush y John Kerry tete a tete es donde más podemos encontrarnos con esa campaña, su punto en que más nos acercamos al rol de los propios votantes del norte. Es un producto pensado para un público, el estadounidense, que otro público puede asimismo consumir, ¿qué tipo de consumo es ese en el que pasa acá lo que pasa allá?
Ambos, Bush y Kerry, estaban fijos, de pie en un atril, con el preguntador y las cámaras enfrente. Es decir, frente a los interlocutores, los votantes. Ese terreno entre el candidato y los votantes es donde opera la transparencia. Kerry pareció vencer porque miraba a la cámara, es decir al interlocutor real, y un Bush enojado e inhibido miraba al preguntador.
En un capítulo de Los Simpsons, dos alienígenas capturan a Bob Dole y Bill Clinton, candidatos en 1995, se disfrazan y ocupan sus lugares. En un discurso, Dole ofrece “aborto para todos”, y es abucheado; reintenta con “aborto para nadie”, idem logro; y con “aborto para algunos y banderitas estadounidenses para otros” consigue los vivas y los votos. He aquí el arma de Kerry: decía justo lo que la gente quería escuchar, del modo que lo quería ver. Encarnaba la imagen que los votantes pretenden -o más bien la imagen de la imagen pretendida, meta-imagen hecha mediante la encuesta- sin faltas ni sobras que la enturbien; transparente.
Claro que una persona real siempre tiene regiones propias que exceden lo absolutamente necesario para una comunicación particular. Nadie podría salir mostrado exhaustivamente en una hora televisiva. Pero el demócrata teme que sus cosas personales estorben en la imagen demandada (como le sucede a Bush). Sin embargo, no es que entonces las deja de lado: directamente simula suprimirlas. Porque el fanatismo transparente consiste en postular una correlación absoluta entre requerimiento del votante y respuesta del candidato. No se quiere ni siquiera gestionar externalidades que puedan alterar esa determinación unívoca. Así, elimina un elemento intrínsecamente humano, un ápice de indeterminación, de posturas abiertas a la variación por circunstancias incalculadas. Es la paradoja de la transparencia, que, clarificando lo que muestra, oculta cosas que en todo humano existen, por lo que evidencia ocultamiento.
En esta maraña de mediaciones, la transparencia marketinera hace que todo el cuerpo del político se convierta en el producto demandado. El nombre del hombre político -ser capaz de reaccionar en lo imprevisto-, se convierte en marca del producto -puro reflejo de una demanda.
Publicado en Debate cuando correspondía

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