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El propietarismo, cierto tipo de propietarismo. Posesionismo. ¿Cómo son hoy los hijos de los muchachos responsables y vitales, constructores, de la década del sesenta, los muchachos que en aquel entonces eran primera o segunda generación de argentinos? Algunos: usan prolija camisa con remisión vaquera, cadenita al cuello, tostada la piel, líneas todas irreprochables. Seriamente encarados para recibir, sostener, reproducir y hasta aumentar el patrimonio paterno. Sienten que tienen que hacerlo propio. Sienten que tienen que hacer lo propio. Apropiarse un pedazo del mundo que se les alza enfrente, ya con manijas para tomarlo, pero con asperezas y puntazos también. Esto, sobre todo lo veo en los que cargan cercana la génesis inmigratoria de la empresa familiar. Inmigración interna también, pero más internacional. Ellos llegaron y construyeron algo, nos lo dejan asentado, todo tiene que seguir naturalmente. Cualquier cosa que se oponga estorbando tiene que ser corrida del camino. El hijo de un movimiento migratorio siente que tiene que apropiarse un pedazo de mundo para que el mundo lo retenga a él, le garantice un sitio. Algo masivo y difuso en la cultura argentina (eh) es esa tara de proteger con uñas y dientes tu tranquera, tu lugar, sobre la amenaza, estigma callado, de que te quedes sin lugar, afuera, si en realidad no surgiste de acá.