Thursday, June 04, 2015

Buenas ondas (radioboludeo)

Por Ignacio Gago y Agustín Valle para revista Crisis (2012)

Almacenes coloridos a los que llamás `ciudad`
te envuelven con canciones indoloras como hilo musical”
(Indio Solari, “Nike es la cultura”)

Al investir a los jóvenes y a las mujeres de un absurdo plusvalor simbólico, al hacer de ellos los exclusivos portadores de dos saberes esotéricos propios de la nueva organización social -el del consumo y el de la seducción- el espectáculo ha libertado, sin duda, a los esclavos; pero los ha libertado en cuanto esclavos.”
(Tiqqun, Teoría de la Jovencita)

Todas aquellas aptitudes creativas que ponemos en juego a lo largo de nuestras vidas, en cualquier situación, en las más cotidianas, son ahora puestas a trabajar, puestas a obedecer. Precisamente cuando lo que se esclaviza ahora es el lenguaje, la mente, las fuerzas de creación, la subordinación toma esta forma infantilizada, en la que quien puede hablar no tiene nada para decir y quien debe enfrentar los problemas los encuentra ya planteados. Hay que estar atentos a las consignas. Hemos vuelto a la escuela. ¡Atentos, atentos a las consignas!” (Del libro ¿Quién Habla?)


1. Boludeo modulado
El boludeo es una práctica activa, que tiene lugar en la generalidad de las autogestiones de la salud; al parecer el boludeo forma parte de la supervivencia, y tenemos variados dispositivos para ejercerlo. La programación de las radios fm’s colabora masivamente en esta tarea; cinco millones de personas escuchan radio diariamente en Capital y el GBA, según Ibope. Por supuesto el arco de opciones es muy amplio, desde radios barriales sostenidas con altruismo, hasta las frecuencias de música clásica o la de tango de la Ciudad; pero en cambio las tendencias marcan grandes cauces subjetivos, con matices por ejemplo entre La100, Pop101.5, Metro95.1, que lideran la audiencia. Los programas suelen ser, para una sensibilidad no habituada, complicados de escuchar en casa; hasta insoportable. Ejemplo al azar: últimos minutos de la tarde de un día de semana, poner la Metro 95.1 (online), y Sebastian Wainraich –cuyo talento radial es reconocido en el mundo del éter- comparte el parloteo con “La gorda con helado”, en un dispositivo que aparentemente realizan hace mucho y consiste básicamente en proferir boludeces, una tras otra, con una creatividad notable puesta al servicio de la abundancia y variedad: que no decaiga. La cualidad del producto por supuesto no se retroyecta como identidad en los productores: todos –hablantes y también oyentes- parecen tener muy clara la decisión de producir boludez artificialmente, con esfuerzo y habilidad. “¿Qué helado pedís?”, pregunta La gorda con helado a las mujeres que llaman, y ante las respuestas -banana split con mousse de limón, por caso- responde a su vez con –ahora sí- rápidas identificaciones personales, casi todas reducidas a “trola”, pero también otras más detalladamente superfluas (como “acaricia siempre los perros ajenos y se lava las manos rápido”).
Escucharlo en casa puede ser duro; empero se torna mucho más naturalmente sentido en la calle o en el trabajo: el boludeo y la música, incluso las ofertas mercantiles que piensan en nosotros, resultan una trinchera móvil para transitar esferas ásperas. Es aplastantemente mayoritario lo poco serio, en las emisiones, pero su función lo es: distiende a quien viene de seriedades agobiantes, agotadoras –la vida común de la ciudad. El boludeo radial siempre es amistoso. Pero además, alimenta la autoestima individual: en vez de lidiar con la dificultad que implica tener y sostener el propio lugar en el mundo, este mundo enorme-gigante-complicado e inherentemente exento de toda noción de “justicia”, escuchar a La gorda con helado nos devuelve la tranquilizadora imagen de que modos de ser muchísimo mas pavotes que nosotros tienen igualmente su lugarcito en este mundo. Misma función cumplen con gran eficacia el muñeco Lapegüe o Roberto Pettinato (tambien es una estrategia muy usada en las publicidades de algunos rubros, como servicios de Internet y marcas de cerveza).
La buena onda (que toma forma de boludeo, aunque no siempre, o no solamente) abarca todo el espectro FM. Versionada, omnipresente. Programas que se pasan la posta compartiendo un rato al aire, todo en continuado, una gran mesa de charla de amigos constante, con momentos de protagonismo diferente, pero con un mismo clima de relajo y acierto, como dicen que sucede en aquellas empresas exitosas en donde se crea valor a través de la atención y la ocurrencia permanentes, con audio multicolor y un mundo de consumo al alcance de la mano. En definitiva es un tono con el que conectarse como válvula descompresora del clima en que vivimos atravesando la ciudad repleta, o sosteniendo al cuerpo como pieza de una máquina horrible y sobre todo ajena (“trabajando”).
El registro anímico-semiótico de la radio piensa en ciertas condiciones materiales de escucha. Un fuego se apaga con otro fuego: para sostener la vida en la ciudad volcada al trabajo, para atravesar el malestar amontonado en el transporte por la mañana y la tarde, para vivir con la líbido aturdida y mareada (un deseo desfasado de los cuerpos que busca sosiego en el éter), resulta funcional ir escuchando una meseta de música-propagandas-boludeo-desborde sexual-información general, todo homogeneizado como un bloque sonoro de tono buenaondero: todo parece consumirse de igual modo.


2. Sexo etéreo
La nueva Argentina, la Argentina que ha recuperado a su juventud, no escamotea superficies de tersura; ofrece un panorama etéreo hecho de jovialismo juvenil que inunda orejas por millones a través del dial. El juvenilismo como subjetividad dominante se verifica en la radio no tanto con la presencia de jóvenes al micrófono como en la insistencia en estilos juveniles en tipos que ya se hubieran retirado del fútbol profesional hace varios años, como es el caso de “Andy” Kusnetzoff, que seguramente se llama Andrés y nació en 1970 (según Wikipedia); pero también Beto Casella, que gritó por vez primera en 1960 y hoy conduce el programa con mas oyentes de la FM (las mañanas de Pop 101.5), participa del estilo informal, desprolijo y veloz, en fin: del imperativo aparateado del jovialismo juvenilista, donde envejecer es flagelo.
Otra figura líder con modos juveniles y que también nació en el 70 es Matías Martin, conductor de Basta de todo (Metro), el programa más escuchado de la tarde. Acompañado por el inefable “Cabito”, MM detenta una entrenada destreza periodística (cualificado para tocar cualquier tema de actualidad sin nunca mear demasiado fuera del tarro), nutrida estilísticamente con una combinación entre una más o menos marcada “ética progre” y una obscenidad militante: esa mezcla, entre corrección política (pegada a la agenda de correcion moral) y guarangada febril, es paradigma de la racionalidad media en las FMs actuales.
Aunque huelga decir que en la enorme cantidad de horas de aire que ofrece la radio fm hay notas y contenidos plurales, el zapping radial hace palmario que la tara sexual es el cemento principal de su pared semiótica; digamos que es la cal, y el boludeo es la arena. “¿Medida bustial?” o “¿Habilita colectora?” (=sexo anal) le preguntan en Basta de todo a toda oyente que llama; lo cual opera –en tiempos sigloveintiuneros de presunta liberación sexual- como forma de la identificación sexual que vale de credencial identitaria en el aire radial (“identificación” porque se saca a los placeres de su contingencia situacional para cristalizarlos en una paleta abstracta de lo que “me gusta” y lo que no, como si el gusto refiriera a algo inerte y no a un patrimonio de encuentros con capacidad de sorprendernos y variar). Cambiamos de programa medio al azar, a Gente sexy, conducido por Clemente Cancela en Rock and Pop, y justo se le pregunta a una oyente que ha llamado: “Sol, ¿le entregaste tu flor a alguien?”, y sólo después pasan a “la nota”. “Gente sexy”, nombre irónico que se dieron conductores que no cumplen el estereotipo de belleza mediática; lo cual evidencia la norma de belleza que es imperativo en el medio.
En la ciudad como superficie –hojaldre milhojas- de una híper promoción del sexo, que expresa y produce frustración en cantidades post-industriales, la radio participa de la obsesa fijación con una forma extraña de sublimar todo lo que no pasa –¡pobre carne ante el ideal!- en palabras sobre lo que se quiere –o lo que se quisiera querer: un régimen de sexualidad permanente que es, por supuesto, macabra promesa de paraíso para esta tierra, expresión pseudo gozosa del malestar de las horas. Muchos programas le dedican secciones a esto, como Da para darse o Ex parejas en Perros de la calle, donde oyentes y conductores esbozan historias o secuencias de la vida amorosa o relacional (indiferencia, mal de amores, ganas que no se concretan) en clave lúdica o novelera, tramitando el deseo en el éter. Si de reír se trata, ¡son verdaderos dramas!


3. Conversiones
Con la radio del Grupo Clarín liderando la audiencia (La100), no goza sin embargo del nivel de monopolio que tiene en otros rubros; Daniel Hadad cuenta con Pop101.5 y Mega, mientras que Matias Garfunkel es socio de Moneta (que compró al grupo mexicano CIE) en el paquete de radios Metro, Rock & Pop y Blue, pero tambien es socio de Spolsky en la nueva radio que amenazaba sacudir la frecuencia modulada: Vorterix, con la firma y marca de Mario Pergolini. Su alejamiento de la R&P no fue uno más entre los varios “pases” del año (Casella de Radio10 a Pop, Closs de La Red a R&P). Pergolini es icónico porque lideró establemente la mañana de las fm’s muchos años con su Cual es? (aunque ya había perdido el primer puesto con Casella), sentando coordenadas de una estética: es padrino mediático de varias devenidas figuras radiales emancipadas (Cancela, Kusnetzoff, el “Pelado” López, que está en La100).
La fundación de Vorterix puso a Pergolini en alta rotación mediática, por ejemplo con su cara en las tapas de las revistas Rolling Stone (tercera tapa que le dedica la RS y la primera en que está “limpia”: en las anteriores estaba luqueado de Guasón y de demonio) y la de Aerolíneas Argentinas (expresión de la alianza Pergolini con Garfunkel-Spolsky).
Anunciando el montaje de un teatro –otrora El Teatro–, en Colegiales, ensamblado con un estudio mediante la más puntosa tecnología, Mario Pergolini hizo cundir el lema de que “el rock se mudó”, no sólo en referencia a su ex radio (“donde el rock vive” es el lema de R&P), sino, también, a la renovación de las condiciones materiales de existencia urbana del rock: “pareciera ser el principio del fin de aquellas cuevas ochentosas o los parajes de los noventa donde el rock caminaba por senderos marginales”, redactó Diego Pintos en una nota sobre la inauguración del emporio Vorterix en el sitio de noticias Info-News (que es del grupo de Spolsky y donde se ven fuertes propagandas de Vorterix). En efecto, con su brillosa instalación en la Avenida Lacroze (cuya rutilancia saturada emula, pongamos, a Tokyo), Pergolini es erigido como emprendedor modelo del modelo en el rubro industria rocker: saberes “rebeldes” mamados en los ochenta, inteligencia cínica entrenada en los noventa (exitoso como empresario mediatico crítico del menemismo), todo puesto al servicio, ahora, del emprendedor neo-desarrollismo empresario argentino, que con valor agregado entretiene multitudes en condiciones de programado orden: “pueden ir a dormir tranquilos y seguir escuchando la mejor música”, dijo Pergolini para cerrar la inauguración de su radioteatro de vanguardia.
El redoble de la apuesta de “Mario”, sea exitoso o no (aparentemente lo primero en el teatro y lo segundo en la radio) es paralelo a la consolidación en primera línea de caras por él apadrinadas. El estilo desenfadado, pillo, de los periodistas que bajo el ala de CQC encarnaron la crítica a la vieja política y a “los noventa” –engalanados en trajes negros arrugados y el pelo revuelto, el cuerpo puesto a encarnar las propagandas de Philip Morris– ha pasado a ser el código del orden discursivo radiofónico porteño en la nueva Argentina (de la realidad macristinista). No es casual que “Néstor” haya tenido varias escenas de complicidad y cercanía (callejera, informal, juvenil) con los noteros de CQC: los percibía como un buen elemento para alimentar la nueva legitimidad gubernamental que supo elaborar. Es decir: saberes de estética noventera y cierta moral dosmilunera tornados código de atracción semiomercantil y reguladores del orden urbano –figurita repetida.

4- Despolitización hasta ahí
Otro ejemplo: ponemos a Casella y está hablando de que “no hay que confiar en quien a la semana de conocerte te pide cien pesos”, e inmediatamente pasa a referirse a los deseos de lxs travestis… Pareciera, decíamos, que en la racionalidad estandar de las fm, el boludeo es el pacto y la pornografía el vicio; pero ninguna es vocacional. Pueden encontrarse muchos pequeños espacios interesantes en el mainstreem radial; buenas intenciones, intereses amplios, momentos divertidos –incluso memorables. Hay segmentos culturales, hay intervenciones de talante reflexivo sobre temas políticos y económicos; al fin y al cabo los oyentes son cuerpos vivos con problemas de cuerpos vivos. No podríamos decir, tampoco, que el mundo de las fm’s esté plenamente despolitizado. No sólo por las presencias de kirchnerismo explícito que tienen algunos programas (Cabito, Gabriel Schultz que estuvo con Martin y ahora con “Andy”).
Hay mucha fuga de oyentes de la AM a la FM. Los productores y programadores la están matando de a poquito, torturando con una agenda aburrida. La gente quiere otra dinámica: humor, distenderse y un poquito de información”, dice Beto Casella (nota en Perfil en marzo de este año). Sin embargo, los oyentes no necesariamente quieran ser completamente ajenos a los temas políticos de la semana, ni menos a los temas económico-administrativos de la vida, puesto que, si la metralla publicitaria concibe a los oyentes como consumidores, el tratamiento semio-acústico de las programaciones los considera también como productores: tipos que están en el trabajo, que se esfuerzan para sostener una vida, que buscan evitar quilombos y darse gustos. Urbanitas que tienen la vida más o menos armada, más o menos plancentera, más o menos sufrida, tienen preocupaciones e intereses propios de su integración –bifronte- al mercado: las tasas de crédito, la inflación, el monotributo, las paritarias, el acceso a la vivienda, los dólares para viajar a playas cálidas (en Metro una de las empresas que mas se oye publicitar es Despegar.com). Masas sueltas que la prensa gráfica perdió ya históricamente, se calzan los auriculares, algunos la radio en el auto, la compu en el trabajo, y escuchan las cosas del mundo a través de un marco de buena onda –y un horizonte de ofertas.