"En realidad... lejos de ser un ogro o un trol, como le considera su hijo, Charles Mason es una persona nostálgica y espiritual. Cree que el pan esta vivo, que los animálculos de la levadura pueden unirse y formar un solo individuo con un fin determinado, que cada hogaza esta organizada y que la corteza, por ejemplo, sirve de piel o caparazón, mientras que las pequeñas cavidades de su interior poseen una extraña complejidad, con esas paredes pálidas, de aspecto suave, y que, al examinarlas a través de una lente, revelan que están formadas por burbujas mas pequeñas y, es de suponer, que estas a su vez están formadas por otras aun mas pequeñas, y así hasta los limites de lo invisible. La hogaza, ese punto de convergencia indispensable que se encuentra en toda mesa británica, la sólida hogaza inglesa de cuatro libras, es ante todo, lo mismo que el alma, puro vacío"(...)
"- Todo es una y la misma cosa, desde el campo a la piedra de molino o al horno. Todo forma parte del pan. Un procedimiento. Sin eso no habría nada que amasar u hornear. -Señala hacia el lugar donde las grandes muelas giran, lerdas y poderosas-: el triturado, el leudo, el horneado, en cada etapa el pan es mas ligero, no solo se alza y crece en las bandejas, sino que también se alza de la misma tierra, se tritura hasta convertirse en harina como las piedras se convierten en polvo, y en esa condición toman agua, y la levadura lo llena de aire, hasta que por fin llega el calor, y cada vez, bajo su efecto, crece, ¿te das cuenta?, hasta llegar a ser un objeto perfecto.
El hombre toma una hogaza y se la lleva a la cara. El joven Mason cree que esta a punto de comérsela."
Quiero irme a vivir a Mason y Dixon.
Es una novela-mundo en el doble sentido de que elabora un mundo propio, que aloja al lector minuciosamente, pero también en el sentido de que homenajea al mundo, al tomar un casillero, una hebra de tensión, de la historia, y mostrar su universalidad; es decir, una concentración claramente elegida en un tiempo, lugar y hombres con nombre propio, para recorrer lo prolífico de su intensidad, al tiempo que se exuda la evidencia de que la gran extensión del mundo humano es una miríada de intensidades infinitas en sí mismas -una evidencia cuya carne es el misterio recorrible.
En fin, de las muchas maravillas que inspira esta novela, apunto ahora una sola: Pynchon prefigura internet. Si bien la publica en el 97, había empezado a escribirla en los setenta. Y, para leerla, me vi de pronto, como naturalmente, con la computadora al lado, a modo de atlas enciclopédico, para enterarme de lo que son los centenares de personas, lugares, objetos y palabras abstractas que abonan la carnadura de la novela, no a modo secuencial, ni organizado por materias, sino tendiendo al caos -pero sostenido por la virilidad incansable de un relato-, es decir, tocándose potencialmente todo con todo. Wikipedia es complemento natural de la lectura. Ahora bien, no solo esto, sino que, además, también me vi con, a mi izquierda si la compu estaba a mi derecha, un cuaderno de hojas blancas bien grande, donde voy armando mapa de nombres y sus conexiones, para no perderme en la compleja maraña de la trama. ¡La red social! Pynchon, agudo sabueso y constructor de la inteligencia, prefigura internet, que, como todos los inventos exitosos, responde a una necesidad de evolución de la inteligencia social.