Tiene que estar escrito
que las macetas cargan la violencia de la conquista huamana de la vida natural toda, es decir que lo que las macetas introducen en las casas nos conecta mucho menos con el mundo "natural" que con la historia del artificio cultural y la capacidad técnica entendida como control del entorno. Tener una planta es tener primero que nada una maceta: plástico o cerámica, su materialidad es de sometimiento y su imaginario de comunión.
Y algo que podría aportar al pensamiento de lo cual lo anterior sería un punto, es la constatación de que
en las computadoras, bandera de la fascinación tecnológica, los monitores cada vez tienen mejor definición y demás y la ostentan, por ejemplo, en las imágenes automáticas que mantienen la pantalla en movimiento cuando la dejamos igual equis minutos. Esas secuencias vienen pregrabadas y cada vez encuentro más que consisten en reproducciones de flores, de cascadas, del océano, de animales exóticos: el valor intrínseco de la tecnología (concluyendo desde esta única premisa) se prueba en su capacidad de emular la naturaleza.
Para estas cosas habría que hacerse un puto tiempo para pensar.
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